Cómo (no) reconocer el talento en un aeropuerto
Toque el piano y reciba aplausos, reconocimiento y sonrisas.
Así rezaba el cartel con el que en febrero se topó de casualidad Ingrid Fliter, nada menos que pianista profesional, en el aeropuerto de Minneapolis (capital del estado norteamericano de Minnesota). Una flecha apuntaba a un piano de cola, a pasos de la cinta para recoger el equipaje.
¿Qué hago? ¿Toco o no toco?, se debatió la artista argentina, que en realidad es más internacional que otra cosa: vive entre Italia y Estados Unidos, aunque se la pasa viajando por el mundo, de gira en gira. Y entre tanto aeropuerto trajinado era la primera vez que veía un piano en uno de ellos.
Al final dice que tomó coraje y se sentó frente al teclado. Antes había colocado su teléfono celular en el piso -a unos cuantos metros del piano y arriesgándose a que se lo robaran, confiesa - para que grabara la breve función: tocó el Vals del Minuto, de Chopin, que en rigor dura unos dos minutos.
"Estaba agotada y a duras penas se me movían los dedos", cuenta a La Nacion desde Estocolmo, donde se prepara para una presentación.
Pero el video que ella misma subió a YouTube muestra otra cosa. Una minifunción magistral que pocos pasajeros supieron, aparentemente, valorar.
"Habré recibido dos aplausos en total -ríe Ingrid-. La gente miraba con curiosidad y seguía de largo, aunque no percibí la indiferencia total que sí sentí en Amsterdam."
Porque lo curioso es que la situación se repitió hace tres semanas en la capital holandesa, donde Ingrid volvió a pisar un aeropuerto, nuevamente en tránsito. Una vez más encontró un piano (¿o el piano la encontró a ella?), una vez más acomodó la camarita, una vez más se despachó con un espectáculo fuera de serie.
"Empecé a tocar suevamente, porque era una sala de relax o algo así y la gente dormía. Pero fui ignorada a tal extremo que entonces empecé a tocar a todo volumen, ocho minutos en total..., y nada."
Nada es ni una cabeza que se volteó, ni un ojo que se abrió, ni una sonrisa, ni un mínimo reconocimiento. Los pasajeros seguían despatarrados en los sillones, como se puede ver en las imágenes de YouTube.
"No es una buena señal porque habla de gente insensible -reflexiona la pianista de 38 años-. No se trata de saber o no sobre música, sino de que la música te toque el alma."
Pero no es la primera vez que sucede algo parecido. Hace cinco años, el violinista Joshua Bell, uno de los mejores del mundo, interpretó seis piezas de Bach durante una hora en el subte de Washington. En ese tiempo habrán pasado unas 2000 personas a su lado. La mayoría ni lo miró, aunque algunos le tiraron un par de monedas y dólares sueltos. Nadie se detuvo a escucharlo. En verdad, Bell era parte de un experimento planeado por The Washington Post para ver si se podía reconocer el talento en un contexto inesperado. Al final, el ex niño prodigio recaudó 32 dólares, cuando la entrada promedio al concierto que había brindado tres días antes en el Boston Symphony Hall fue de 100 dólares.
Por suerte para Ingrid, los videítos de YouTube que muestran su performance en tránsito tuvieron una notable repercusión. El de la terminal de Amsterdam, de hecho, recibió dos mil visitas en tan sólo dos días. Una fue la de Pablo Gianera, crítico de música y periodista del suplemento ADN de La Nacion, que rescató la anécdota para registrarla en su blog (Gianero solitario).
"Terminó siendo una experiencia social interesante. Y seguiré aprovechando este tipo de oportunidades para ver si logro despertar la sensibilidad de las personas", asegura la intérprete argentina.
Para eso sería bueno, muy bueno, que haya más pianos en más aeropuertos.
Fecha: 2012-05-21
Fuente: La Nación Online
Enlace: http://www.lanacion.com.ar/1474143-como-no-reconocer-el-talento-en-un-aeropuerto